Samané – Un cazador lo encuentra a Guébi y lo tema

Guebi

La Historia de Guébi:

Guébi era una gotita de lluvia que se convirtió en un niño humano:              

Un hombre que vivió muchos años atrás estaba en la selva, cazando miel. Y de repente se encontró con un muchacho y lo tenía miedo. Se iba hacia el muchacho, y luego se alejaba de él. Se veía diferente que un niño normal, por lo que comenzó a pensar que podría ser peligroso.

Giró su cabello que estaba atado en una cola de caballo porque estaba ansioso por saber más sobre el chico, pero tenía mucho miedo. Entró de nuevo en la selva por sus cosas, y cuando los encontró, comenzó a buscar al chico.  Buscaba por todas partes, hasta que lo encontró.

Él lo vio dormido en la sombra entre los árboles. No hay duda de que había caído del cielo hace algún tiempo, y ahora él estaba descansando con sus pequeños codos en el suelo. Habiéndolo ubicado al niño, el hombre se arrodilló junto a él y le habló. “Sé mi hijo, y vaya conmigo a donde quiera que yo voy,” le dijo.

Guébi le respondió, pero no habló muy claramente. “Voy a ir contigo,” le respondió. Era porque había pasado mucho tiempo en el suelo, pero ahora estaba muy contento. Ató su cabello en una cola de caballo como un ayoré para que las personas no sabrían quién era porque él tenía miedo de ellos.

Los ayoreos pensaron que Guébi era un muchacho ayoreo. Pero cuando se acercaron al campamento Guébi comenzó a llorar.

Él mantuvo su distancia de los ayoreos a causa de sus fuegos. Su campamento estaba demasiado caliente para él (la lluvia tiene que ser frío). Por eso Guébi mantuvo alejado de los fuegos.

Se mantuvo alejado del agua que habían guardado para tomar, porque Guébi tenía agua en su pelo, pero seguía llorando. Finalmente se acercaba a pesar de que estaba demasiado caliente en su campamento de los ayoreos a causa de los fuegos. Ẽl que lo había descubierto se apoderó de su pequeño brazo.

“No tenga miedo,” dijo. “Tu eres mi hijo pequeño y nadie puede hacerte daño.” Y así fue que lo animó entrar en el campamento; pero se estremeció por el calor, pues la lluvia se debe mantenerse frío para estar cómodo.

Pero el próximo día fueron a la caza de miel, y el pequeño Guébi estaba muy contento de estar con el hombre que lo descubrió.

El hombre comenzó a cortar la tronca del árbol para sacar la miel, que era un trabajo duro, y después de un rato se le dio sed. Él envió a su pequeño compañero para que trajera una planta llamado chicṍri para saciar su sed. El pequeño le trajo la planta, pero fue muy pequeño.

El hombre la miró y dijo, “Esta plantita no tiene suficiente agua para saciar mi sed.” Dijo esto porque él tenía mucha sed de tanto picar en el árbol.

Al principio no sabía lo que hacía el niño. Confiando que estaba extrayendo el agua de la planta, no lo vio cuando torcía su pelo para sacar agua. Sonaba así: ¡sooooo, sooooo! Cuando tenía una cantidad de agua el muchacho invitó al hombre a bajar y beber agua. Dijo: “Desciende y bebe lo que he exprimido; la fuente de calabaza está llena de agua.”

Su padre adoptivo del niño pensaba que el agua venía de la planta, pero cuando se lo bebió lo halló muy frío. No tenía idea de que había llegado de otra fuente y no de la planta chicṍri. Eso es porque el muchacho había atado el pelo de nuevo tan pronto como terminó de torcer su pelo para conseguir el agua. Su hijo obtuvo el agua de su cabeza, pero el padre todavía no sabía esto.

El padre dijo: ” El agua que me diste era muy frío, mi hijo. La planta era muy pequeña,  pero ¡lo que gran cantidad de agua vino de ella!

Pero Guébi no dijo nada. Sabía donde el agua había venido y que fue la razón que había mucho de él, pero él no le dijo al padre.

Al día siguiente fueron a cazar de nuevo. El padre dijo: ” Hijo mío, ven conmigo.”

Guébi dijo: “Yo iré contigo, Papá.”

Lo mismo le sucedió. El padre había subido a un árbol y picaba el árbol para obtener la miel, y le dijo a su hijo que tenía sed. Mientras cortaba un hueco en el árbol comenzó a sospechar que quizás el agua del día anterior no había venido de la planta. No estaba seguro, pero se dijo: ‘Esta vez, mi hijo, voy a observarte bien para saber de donde sacas tu el agua.’

Él llamó a su hijo, que estaba en el suelo, “Tráeme una planta chicṍri y exprimir el agua de ella. Tengo sed.”

Lo mismo sucedió. La planta que trajo era muy pequeña. Cuando el muchacho regresó a donde estaba en el árbol, el padre robó miradas al muchacho debajo en el suelo para descubrir dónde iba a sacar el agua. Cuando vio a su hijo apretando su pelo, lo sabía, y en ese momento comenzó a temer a su hijo.

Y se dijo a sí mismo, ‘¡Mi hijo es algo sobrenatural! Cuando deja abajo su pelo derrama agua – está lleno de líquido mi hijo.’

Bebió el agua que su hijo le alcanzó, y de nuevo lo halló muy frío. Le habló a su hijo y le preguntó: “¿Eres sobrenatural, hijo mío? ¿Tu estás ocultando algo de mí? ”

Pero su hijito no le dijo nada. Después, el chico salió corriendo. No sé por qué se fue, porque ya era un ayoré y había vivido entre ellos durante mucho tiempo.

Finalmente, el muchacho regresó, y algún tiempo después su padre fue a cazar con los demás hombres. No pensaba tomar el niño con él, sin embargo, y lo dejó en el campamento.

Pero comenzó a pensar en su hijo y dijo: “Oh, no, me olvidé de mi hijo pequeño. Los otros niños probablemente están maltratándolo. Probablemente él está llorando y va a huir de nuevo.

En el campamento los hijos de esa gente que vivieron en los tiempos antiguos invitaron a Guébi para salir y jugar con ellos. Dijeron: “Ven acá. Vamos a patear unos a otros al jugar juntos.”

Y a continuación, los niños empezaron a tratar de patearse entre sí y comenzaron a jugar. Pero Guébi comenzó a hacer una casa. Él les dijo: “Voy a jugar con usted después de que termine mi casa.”

Hacía calor y él hizo su casa para que pudiera tener sombra. Los otros niños no sabían que pronto sus padres celestiales iban a venir por él. Guébi no quería jugar, pero los otros niños realmente querían que jugara.

Él trabajó en su casa y resultó muy bien. Cuando terminó, se fue a jugar con los niños, pero primero puso las cosas de su padre adoptivo en la casa.

Pero uno de los niños pateó el brazo de Guébi y él se enojó. Realmente dolió cuando él muchacho le dio una patada.

Él levantó su brazo, y era extraño, porque enseguida un rayo salió disparado. Lo hizo para que sus compatriotas en el cielo podrían oírle.

Se abrieron las puertas del cielo cuando Guébi los alertó de lo que estaba pasando para que bajaran los compatriotas de él. Y durante mucho tiempo algo extraño caía del cielo. Pero los hombres de los tiempos antiguos no sabían lo que era – pensaron que fue causado por la lluvia.

No sé si era Jesús en ese momento pero sus compatriotas de Guébi bajaron y tomaron a Guébi de regreso al cielo. Hubo una lluvia torrencial cuando se fue.  Ellos vinieron a llevarse al niño con ellos al cielo, y la gente en la tierra observaban mientras subía.

Guébi había dicho a la gente : “Mi Padre y los demás están viniendo,” pero la gente en el campamento no tenían miedo, porque pensaban que el muchacho quería decir su padre terrenal. El Padre de Guébi fue la lluvia. Él no estaba hablando de un ser humano, o de su padre en la tierra.

Les advirtió que no entraran en su casa. Él dijo: “Me han tratado cruelmente, por lo que no quiero que entren en mi casa.”

Cuando primeramente el avisó a los niños que venía lluvia, se burlaron de él y decían: “No hay lluvia!” Pero justo en ese momento empezó a llover y llovió fuerte. Y las nubes de lluvia bajaron y los rodearon y fue como la noche.

Había un montón de lluvia, pero él no quería que los niños malos vayan a su casa. No quería que los malos hombres y mujeres se refugian en ella tampoco. Rehusó protegerles a ellos. Él sólo quería que las buenas personas entren en su casa para salirse de la lluvia que sus padres celestiales estaban enviando hacia abajo.

Todos los niños humanos murieron debido a que el agua cubrió los árboles, y la tierra no se podía ver.

Pero la casa que Guébi había hecho flotaba y el agua y no podían entrar en la casa. Su padre adoptivo y su familia estaban en la selva cuando la lluvia comenzó, y Guébi los esperaba por que no quería que se ahoguen. Cuando llegaron al campamento comenzaron a correr a la casa de Guébi. Guébi los echaron en su casa: su padre, su esposa y todos sus hijos.  Él hizo esto porque los amaba. Y luego se fue.

Pero le dijo a su padre: “No dejes que ninguna gente mala se entre en mi casa.” Y él hizo lo que dijo Guébi y no dejaba entrar a nadie.

La lluvia duró mucho tiempo y ellos no tenían nada para comer, pero tenían algunas provisiones dentro de la casa – unas cuantas tortugas. Estaban allí por dos lunas y luego vieron las hojas de los árboles.

Ahora tenían esperanza. Estaban allí por cinco lunas y luego salieron. No habían puertas por lo que salieron por el techo.

Samané – Tobité, Bolivia – diciembre de 1960.

Transcrito por: Joyce Buchegger.

Traducido al español por: Maxine Morarie.