Chugúpẽre Poringai Adode
El festival para el pájaro que fue temido
Asojna, el pájaro que los ayoreos adorábamos, lo considerábamos nuestro enemigo:
Pensamos que cuando nos detuvimos en un sitio para comer miel que el, en ese lugar, nos podía matar. Todo lo que tenía que hacer era maldecirnos y con eso sería el final de nosotros. O si un ayoré comería comida y luego afilaba una herramienta que moriría.
Los hombres mayores se despertaban a los más jóvenes cuando llegaba el momento para el festival del pájaro Asojna:
Los hombres maduros les decían a los jóvenes, “Despiertan , salgan del campamento y síguenle a Asojna en las selvas.”
Y nosotros, los hombres jóvenes, obedecimos y salimos del campamento, en dirección oeste. Temprano en la mañana cuando todavía estaba obscuro los hombres maduros soplaron el pito ayoreo hecho de madera. Nosotros llevamos collares hechas de plumas blancas y largas, y en nuestras cabezas llevamos tocados hechos de piel de jaguar. También llevamos collares de pitos en miniatura al salir del campamento y estos significaban los silbidos de Asojna.
Cuando terminamos de adornarnos, los muchachos nos esperaban en las afueras del campamento con las cosas que llevaríamos en la selva: calabazas para guardar miel, sogas que usamos para subir los árboles en busca de miel, nuestras bolsas ayoreas, y nuestras hachas. Todo eso llevamos con nosotros cuando fuimos en busca de miel. Nos separamos y todos nosotros estaríamos ayunando.
Cuando llegamos con miel, los hombres maduros nos esperaban y nos azotaban. Entonces podíamos tomar agua de los fuentes hechas de madera, o de los canales de madera, o de las calabazas donde habían guardado agua. Nos bebemos, pero escupimos el primer bocado de agua que mojaba la boca seca. Rápido escupimos ese primer bocado de agua, para ya tomar después toda el agua que queríamos.
Y cominos también la fruta ‘doridie’ en la misma manera que se come las alcachofas, raspando las ojos sobre los dientes inferiores. Las mujeres se levantaban muy temprano en la mañana para ir a la selva en busca de la fruta ‘doridie’. Las cocinaban para tenerlas listas para cuando los hombres jóvenes habían regresado con la miel. Decían a sus hijos, “Esta fruta es para tu papá cuando llega.” Algunas de ellas ya hubieran raspado adelante las partes blancas en las hojas para sus maridos.
Los jóvenes comimos miel junto con otras comidas durante la ceremonia.
Llegamos al campamento cuando el sol había pasado el medio día. Hicimos cruces y les pusimos de pie a lo largo del camino delante de nosotros a medida que entramos en el campamento. (La razón por la que ponen las cruces en frente de ellos era para que Asojna no podía superarlos y hacer daño a las mujeres en el campamento.)
Llegando al campamento nos bañamos y nos arreglamos bien.
Y las mujeres también hacían cruces y los pusieron de pie entre ellos y los hombres. Los hombres de la antigüedad creyeron que Asojna temía a las cruces.
Tan pronto que estamos todos congregados en el campamento algún cantante agarraba su maraca y empezaba a cantar. Pero a media noche el cantante se detendría, y todo el mundo iba a dormir. Los cantantes más buenos cantaban acompañados de sus maracas, pues de acuerdo con los antiguos ayoreos, la maraca pertenece a Asojna.
Pero durante los festivales las mujeres dirían a sus hijos, ‘No mires a los hombres. Ellos son sagrados, y es tabú para mirarlos.’ Tanto las mujeres como los niños estrictamente evitaron mirarlos.
Algunos de los niñitos se unirían a los hombres, pero las mujeres no se les permitía estar entre ellos.
Dejabi (Sabiadé) – Campo Loro, Paraguay – 1988.
Transcrito y traducido al español por: Maxine Morarie.